La ciudad subterránea, ¿será posible?

El atentado de Nueva York ha abierto una nueva brecha al eterno
y escabroso debate sobre cómo deberían ser las ciudades del futuro.
La colisión de los dos aviones sobre el World Trade Center, estandarte
del capitalismo y de la sociedad global, ha hecho reflexionar a los expertos
que ya venían preparando proyectos alternativos para solucionar las dificultades
por las que está atravesando el concepto actual de ciudad. Actualmente,
crecer a lo ancho es materialmente imposible. A lo alto, peligroso. Pero, ¿y
hacia abajo? ¿Acaso no sería una buena alternativa?

Y es que la falta de espacio se está convirtiendo en un
problema grave para el primer mundo. Cada vez existe menos suelo y las dificultades
para albergar negocios y acoger viviendas se multiplican por seis con el paso
de los años. Una de las ciudades que más acusa este conflicto
es Tokio, una metrópoli que está al borde del colapso. Con 26,4
millones de habitantes, es la más poblada del planeta. Después
se encuentran México D.F. y Bombay, con 18,1 millones cada una, según
los últimos datos del pasado mes de junio facilitados por la Organización
de Naciones Unidas.

El sueño de la ciudad bajo tierra

Esta altísima densidad de población ha provocado
que la calidad de vida de las grandes metrópolis se haya deteriorado.
Según estudios de la ONU, para el año 2025 el 63% de la gente
del planeta vivirá en las ciudades. En América Latina y Asia,
por ejemplo, estos porcentajes a día de hoy se están superando.
Por ello, y ante esta visión acelerada del proceso de urbanización,
se están proponiendo diversas alternativas. Una de las más peculiares
y fascinantes es la de la ciudad bajo tierra.

No en vano, ya se están empezando a diseñar los
primeros modelos de edificios subterráneos, incluso ya existen calles
en el subsuelo de algunas ciudades del mundo. Los primeros en dar este atrevido
paso han sido los japoneses, ya que su necesidad de espacio les hace cavilar
nuevas alternativas. De hecho, ya se ha diseñado un polígono industrial
bajo tierra en Japón para albergar fábricas y así despoblar
la superficie de contaminación. La empresa Ohbayashi ha pensado esta
idea para conceder mayor espacio a las zonas verdes y ofrecer más holgura
a las apretadas viviendas japonesas.

Por su parte, la compañía nipona Shimizu ha sadacado
a la luz un proyecto de aprovechamiento del subsuelo de Tokio. Con esta creación
se trazarían amplios túneles, a modo de calles, y se harían
galerías estructuradas como naves industriales. Además, en esta
idea se recoge la posibilidad de promover bloques de oficinas. La ventaja que
tiene este proyecto es que se comenzaría con unas pocas galerías,
y podría ampliarse modularmente según la demanda de espacio, llegando
a formar una auténtica ciudad paralela a la capital del Imperio de Sol
Naciente.

Otra empresa nipona, Taisei Corporation, planea construir dentro
de unos años su primer edificio en el subsuelo. Esta construcción
tendrá capacidad para varios miles de personas, y albergará una
pequeña ciudad subterránea para cerca de cien mil individuos.
Ésta estará dotada de plazas hoteleras, zonas comerciales y áreas
recreativas y de ocio.

No cabe duda de que la gran ventaja que se obtiene de todos
estos proyectos es la de ofrecer al ecosistema un mayor equilibrio. Se reduciría
cuantiosamente la contaminación y los ciudadanos disfrutarían
de un mayor espacio ecológico. Las calles se convertirían en auténticos
vergeles y el hombre saldaría al fin su deuda con la naturaleza. Pero
no todo son ventajas. En contra se daría la circunstancia de no poder
disfrutar de la luz solar y sus beneficios mientras se realizan las labores
cotidianas.

El fenómeno contrario: los superrascacielos

Si hasta ahora la alternativa que se barajaba para el fenómeno
de la ocupación de las ciudades era la del crecimiento hacia arriba,
tras la desgracia acontecida en Nueva York se está poniendo en duda la
seguridad de los rascacielos. A pesar de todo, si los arquitectos no abandonan
sus grandiosos proyectos es porque esta opción sigue siendo la más
factible.

Si las ciudades subterráneas proponen liberar la superficie
del planeta de edificios con la construcción de los que podríamos
denominar ‘hormigueros’, los superrascacielos quieren desafiar a la física
con inmensas alturas que liberarían el tan preciado suelo si se edificaran
ciudades a kilómetros de altura. La solución a la población
y la falta de terreno para disfrutar de la naturaleza adquiría, así,
el efecto contrario, ya que el espacio que ocuprían diez grandes construcciones
se transformaría en una sóla.

El sueño de la ciudad vertical habla español.
Los arquitectos Javier Pioz, Rosa Cervera y Eloy Celaya han creado la llamada
Torre Biónica. Su imagen se asemejaría a la de un gran mástil
de cristal y hormigón. Sería capaz de acoger a 100.000 habitantes
en sus 1.228 metros de altura. Dispondría de oficinas, guarderías,
colegios, comisaría de policía e incluso oficinas. La intención
de estos osados españoles es la de comenzar las obras este mismo año.
Y, aunque intentos anteriores liderados por el arquitecto Norman Foster y el
multimillonario Donald Trumphan fracasaron, los tres están dispuestos
a convertir los maravillosos edificios de la película de ficción
Blade Runner en una extraordinaria y alucinante realidad.

Un sueño real

En Montreal llevan más de 32 años conviviendo a
varios metros bajo tierra. En los años 70, el arquitecto chino-americano
IM Pei diseñó una verdadera ciudad subterránea en la gélida
población de Montreal. El caso es que esta es una buena alternativa para
combatir el frío de las ciudades cercanas a los polos. En la ciudad canadiense,
durante los seis meses de la temporada invernal, la vida subterránea
se extiende a lo largo de casi 30 kilómetros de calles, comercios, paseos,
cafeterías o cines; y todo con aire acondicionado y calefacción.
Y para viajar, un metro limpio une con rapidez las 1.600 tiendas, los grandes
almacenes y los más de 200 restaurantes integrados en la ‘ciudad debajo
de la ciudad’.

 
 
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