Un proyecto de la Universidad de Salamanca permite que las sillas de ruedas se puedan controlar por voz, dispositivos móviles o con un casco que interpreta los pensamientos. El grupo de investigación BISITE de la Universidad de Salamanca ha desarrollado un sistema que se adapta a todas las sillas de ruedas motorizadas del mercado y que permite que personas con discapacidades muy diferentes puedan controlar por sí mismas movimientos que no serían capaces de realizar en sillas convencionales.
Los dispositivos que este grupo de investigación ha diseñado y que se pueden acoplar a cualquier modelo de silla las formas de controlar los movimientos se multiplican. La persona que va en la silla puede dirigirla con la voz o poniéndose un casco que interpreta sus gestos y pensamientos, mientras que un familiar o cuidador también puede manejar la silla desde interfaces externas, como un móvil, una tableta o un ordenador.
El control de voz está pensado para quienes no pueden realizar movimientos físicos. Tiene comandos para los desplazamientos, como avanzar, retroceder o girar, pero además permite tener conversaciones con la silla, de manera que se pueden consultar las noticias o la meteorología, ordenar que se iluminen las luces que hemos incorporado al sistema o mandar una señal de emergencia a la policía.
La silla también se puede manejar a través de un móvil no sólo por parte de la persona que la ocupa sino también por un acompañante. Basta con inclinar el teléfono hacia un lado o hacia otro para indicar el desplazamiento que se desea realizar. La tableta es otra opción, con la que solo sería necesario deslizar la mano por la pantalla en el sentido del movimiento. Además, todas estas posibilidades son personalizables, es decir, el tipo de movimientos o la velocidad se pueden adaptar a las necesidades de cada persona.
Casco y sensores
No obstante, el tipo de control más innovador es el que ofrece el casco, que permite detectar cualquier estímulo físico, como desplazar la lengua hacia un lado, apretar los dientes, pestañear, abrir la boca o realizar una mueca. Los investigadores le pueden dar una interpretación concreta a cada uno de estos movimientos para que la silla se desplace o active alguna de sus funciones. Como el resto de los componentes del sistema, también funciona por bluetooth.
Se trata de un innovador casco que generalmente sólo se vende a universidades o centros de investigación para proyectos de I+D y que muchos científicos están utilizando para estudios relacionados con la psicología o la comunicación, como los patrones de conducción o cuántas veces se ríe una persona al ver una película.
Aunque los desplazamientos del usuario no sean perfectos, el sistema incorpora a las sillas sensores de obstáculos, de manera que se evitan choques y otro tipo de percances. Por ejemplo, si se acerca a unas escaleras, el sensor es capaz de detectar que hay demasiada distancia entre la silla y el suelo e impide que continúe la trayectoria. Por otra parte, el sistema también incorpora cámaras que en un momento dado podrían permitir tomar el control remoto de la silla por internet. Además, se puede conectar con OpenStreetMap, un proyecto para editar mapas libres así como estimar la autonomía de los desplazamientos en función de la carga de la batería.