Las torres gemelas Al Bahr, localizadas en Abu Dhabi en los Emiratos Árabes y construidas por la compañía AHR, se han convertido en un referente de edificios inteligentes para la protección solar de las instalaciones, proporcionando un espacio de trabajo más confortable, mientras se reducen las emisiones de CO2 y el gasto energético.
Las torres Al Bahr forman parte del Plan 2030 de Abu Dhabi para llevar a cabo el desarrollo de una ciudad sostenible y conectada, al tiempo que se intenta mejorar su identidad cultural. En el planteamiento de este proyecto se ha establecido el estándar Estidama, una metodología enfocada en el diseño de edificios de una manera más sostenible. El Plan 2030 apuesta por el uso y la implementación de nuevas tecnologías, las cuales han obtenido un papel importante dentro de los nuevos proyectos que se ejecutan en la ciudad.
Al Bahr se compone de dos torres de 25 pisos, que alcanzan una altura de 145 metros cada una. La forma de las edificaciones se desarrolló alrededor del núcleo, en plano circular para disminuir la exposición solar generando una base y una corona estrecha, mientras que la parte central es más ancha. En cuanto a la parte superior, posee un corte ladeado que permitió la instalación de jardines que ayudan a reducir la exposición del sol y ofrece un espacio donde los empleados y visitantes pueden estar al aire libre. Asimismo, la forma de la corona favoreció la implementación de placas fotovoltaicas que permite a las torres obtener una autoalimentación reduciendo el uso de consumo eléctrico y las emisiones de carbono.
Protección solar en los edificios
La ciudad de Abu Dhabi es conocida, entre otras cosas, por sus altas temperaturas, las cuales pueden llegar a ascender a más de 45 grados. Una situación extrema no solo para las personas sino también para los edificios, que requieren de potentes sistemas de climatización para poder mantener unas condiciones agradables en el interior.
En el caso de Al Bahr, los arquitectos tuvieron la necesidad de crear una segunda piel que fuera efectiva ante la incidencia directa de los rayos del sol. Se decantaron por generar una segunda fachada, a modo de caparazón, que ayuda a reducir hasta un 50% la exposición de luz, lo que favorece a la disminución del uso de la iluminación artificial y de los sistemas de climatización, generando un microclima en el interior del edificio, mientras permite su correcto mantenimiento y limpieza de la fachada principal. Esta cubierta, situada a dos metros de la estructura principal, se compone de 2.098 unidades dinámicas en forma de hexaedro, compuestos, a su vez, de seis triángulos equiláteros que se cierran o abren de forma automática. Se estima que cada uno de los triángulos de los hexágonos lleguen a realizar en su vida útil unos 30.000 cierres y aperturas, lo que equivalen a unos 40 años de uso constante.
Al ir acoplado a la estructura principal, la fachada articulada debía de cumplir dos requisitos fundamentales: ser un material ligero que no provoque una sobrecarga a la torre y que fuera resistente para soportar las inclemencias climáticas, lo que llevó al equipo de AHR a decantarse por la fibra de carbono. Asimismo, se necesitaba que cada uno de los triángulos no solo frenara los rayos del sol, sino también que permitieran la entrada de la luz natural para disminuir el uso de luz artificial. Cada panel posee pequeñas perforaciones que facilitan la entrada de luz, a la vez que libera el calor acumulado entre la estructura principal y la fachada exterior.
Antes de su incorporación a las torres, el caparazón tuvo una fase de simulación para recrear la trayectoria del sol y conseguir que todas las partes mecánicas funcionaran de manera coordinada para un correcto funcionamiento. Esta simulación obligó a desarrollar una aplicación con un diseño computacional complejo basado en Javascript y tecnologías paramétricas avanzadas.
Por otro lado, y para facilitar el control de la fachada exterior, los administradores del edificio disponen de una tecnología Building Management System (BMS), encargada de llevar a cabo la gestión automática de cada una de las flores. Para que el sistema sea más efectivo, también se tuvo en cuenta el calendario astrológico, que predefine cuáles van a ser la dirección y trayectoria del sol, de tal manera que las estructura mecanizada se mueve en sintonía y coordinada.
En Abu Dhabi, el sol no es el único problema. AHR tuvo que tener en cuenta el cambio de las condiciones climáticas, que pueden pasar de un día soleado a un fuerte viento o lluvia. Para reducir los posibles daños ocasionados por estas situaciones, se procedió a incorporar una serie de sensores y un anemómetro que ayudan a medir la velocidad del viento. De esta forma, automáticamente, los sensores anulan los valores preestablecidos en los movimientos de las fachadas para acondicionar las unidades dinámicas a las situación real de cada momento.
Base de la segunda fachada de Al Bahr
Su diseño original está basado en la mashrabiya, una forma de pantalla de celosía de madera que está muy presente en la arquitectura islámica. La función principal es proporcionar privacidad, al tiempo que se reduce el deslumbramiento y la ganancia solar. Al utilizar esta mashrabiya, se ha permitido que cada uno de los vidrios, que componen la estructura principal, no tengan que someterse a un tratado de tintado excesivo, lo que mejora la entrada de la luz natural y reduce el uso de la artificial, mientras genera un microclima en el edificio.
Además, los arquitectos se basaron en la construcción geométrica y el manual de actuación (Geometry Construction & Performance Manual) para generar una estructura sólida y resistente a las posibles inclemencias climatológicas y del constante uso de cada uno de los paneles automáticos, así como en los principios de la bioinspiración que ayudan a mantener el objetivo de crear un edificio inteligente y sostenible para cumplir con los requisitos del Plan 2030 de Abu Dhabi.