El proyecto Ad-hoc Formation of Edge Clouds over Heterogeneous Non-dedicated Resources analiza los desafíos que presentan los dispositivos IoT Edge y contribuye a asentar la teoría que ayudará a construir un mundo autónomo y mejor interconectado. Esta tesis ha sido elaborada por la investigadora Ana María Juan Ferrer, desarrollada en el programa de doctorado de Tecnologías de la Información y de Redes de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Sobre la computación en la nube, “el cloud computing funciona como un servicio que da acceso a la capacidad de computación y almacenamiento”, explica la investigadora Ana María Juan Ferrer. Esto crea un paradigma que permite ofrecer servicios de computación a través de una red, normalmente Internet. Y añade que “las infraestructuras tecnológicas, en lugar de adquirirse, se alquilan por el tiempo justo que vayan a utilizarse”, a la vez que se ofrecen servicios de computación concretos a quien los necesita.
Por su parte, el Edge Computing tiene la finalidad de acercar esos servicios de computación a las ubicaciones próximas al punto de origen de los datos “para evitar los problemas de latencia que se han observado en las instalaciones del IoT al acceder a los servicios en la nube”, destaca la investigadora. Esto reduce los retrasos y problemas de conectividad, gracias a que “el Edge Computing ad hoc es un sistema distribuido y descentralizado que se forma a partir de los recursos disponibles en los dispositivos IoT para explotar toda la capacidad de cómputo que ofrecen un sinfín de dispositivos conectados en el borde de la red”.
Edge Computing aplicado a los edificios inteligentes
A partir de estos dos conceptos, la tesis doctoral se centra en el IoT Edge Cloud y en cómo puede ayudar a mejorar el ecosistema del IoT que nos rodea. En cuanto a la gestión de recursos, la tesis describe los mecanismos necesarios para la creación de clústeres ad hoc Edge y su gestión.
Las principales aportaciones de la arquitectura ad hoc Edge Cloud provienen de tres aspectos fundamentales. Las claves se centran en poder utilizar los propios dispositivos IoT para realizar la computación, en reforzar la seguridad de este fenómeno para evitar pérdidas de información y en descentralizar las funciones de los servicios, lo que evita que haya un único punto de fallo.
Todo esto se traduce en un incremento de posibilidades. Las aplicaciones del IoT expanden sus horizontes, ya que permiten utilizarlas con mayor eficacia en entornos cada vez más complicados como en los coches autónomos o en las viviendas inteligentes. En las viviendas inteligentes, el IoT permitirá crear infraestructuras personales entre los dispositivos conectados, mientras que en las instalaciones y las plantas industriales, la formación de infraestructuras edge ad hoc entre todos los elementos permitirá su funcionamiento semiautónomo.