Comunicación presentada al III Congreso Edificios Inteligentes:
Autor
- José Carlos Robles García, Socio-Director, AGIPI Ventura
Resumen
Para la realidad del edificio inteligente, incluso la de su proyección a smart-city, esta comunicación pretende efectuar un análisis primero y posteriormente una exposición de conclusiones, ello acorde con la componente más humana de su usuario «activo» / «pasivo», en su versión social (como colectividad o como individuo) y bajo criterios sociológicos convencionales. Parámetros del EDIFICIO INTELIGENTE tales como su diseño-proyecto, construcción-instalación, comercialización-explotación, operativa-mantenimiento y en su caso, reconversión, pasarán por el tamiz sociológico de la sensibilidad y los requerimientos precisos para asegurar su comprensión, aceptación, desarrollo y consolidación social, siendo así merecedor de la condición de nuevo modelo de edificio, el edificio inteligente integrado en la polis inteligente de la sociedad humana del inmediato futuro.
Introducción
Homo sapiens, del latín “hombre sabio”. Curiosa auto definición. Nos reconocemos y auto identificamos así, sin restricción, duda ni reparo alguno. ¿Arrogancia?, ¿vanidad?.
No debería inquietarnos, más bien parece lógico y comprensible que lo asumamos así. Tranquilicemos conciencias, pues basta con entender que ambos términos son de cuño exclusivamente propio (humano) y no significan más que lo que nosotros (como humanos) decidimos que signifiquen en cada momento, ningún otro ser vivo compite o cuestiona sobre lo que no conoce y es evidente que para el resto de seres vivos, dichos términos y su significado les resultan del todo ajenos.
Igualmente, quizás por necesidad, hemos acabado diseñando un modelo de “orden de mínimos” (también definiendo para él nosotros sus reglas), orden que nos permite ubicarnos en el contexto de la biodiversidad que inunda el entorno que percibimos. Así pues, finalmente, hemos aceptado un convencionalismo más, esto es, asumimos nuestra pertenencia a una organización jerarquizada y de diseño propio. Por ello decimos que somos miembro de la especie homo sapiens, integrada en el orden denominado primates, el cual a su vez pertenece a la familia de los homínidos, etc., etc., etc.
Al margen de definiciones y ordenamientos, si hay algo que (nosotros una vez más) hemos comprobado con el transcurrir del tiempo y que además nos resulta evidente en el día a día, es que la condición de lo que llamamos humano incuestionablemente lleva implícito, en mayor o menor medida, la condición de lo que también llamamos animal, social y además inteligente.
Percibimos que evolucionamos, al igual que observamos ocurre a nuestro alrededor o también con cualquier otro ser vivo, la gran diferencia con ellos está en el binomio siguiente:
Muy recientemente -si tomamos perspectiva hacia atrás- hemos convenido en definir una nueva realidad, también materializada por nosotros y que la hemos denominado EDIFICIO INTELIGENTE.
No es fruto del azar, tampoco es coyuntural, una moda o tendencia, afortunadamente no responde a un interés espurio o especulativo. Está ya y está para quedarse, además, evoluciona con nosotros y hay que cuidarlo.
Sin embargo, realidad y denominación, ambas referidas al EDIFICIO INTELIGENTE, serán dos atributos más o menos creíbles, aceptados y sostenibles por nosotros mismos, en definitiva serán dos atributos rigurosos en su acepción, en función de varias consideraciones de carácter social las cuales, se expondrán y analizarán en este artículo para finalmente tratar de obtener alguna conclusión, no sin antes, posiblemente, generar también cierta polémica servida para la reflexión y el debate constructivo.
Artículo sociólógico-humanístico aplicado al edificio inteligente
Desde la sabana y el árbol, pasando por la caverna natural o la choza de manufactura propia y así hasta las construcciones de nuestros días (Figuras 1 a 3), en cualquier hábitat de nuestro planeta el ser humano ha venido manifestando un claro interés, quizás instintivo primero y posteriormente fruto de su intelecto, interés por morar “mejor” cada día de su existencia haciendo gala para ello de una constante, ésta es, morar en las condiciones más satisfactorias posibles para su interés personal, como individuo particular y también como colectivo por su pertenencia a un grupo social, ya fuera estable o no.
Ni siquiera la condición de sedentario o su antagónico y predecesor, nómada, restan certidumbre a la hipótesis de que esa constante es ancestral e inherente al ser humano, homo sapiens o incluso, no tan sapiens.
Nuestro instinto de supervivencia, nuestros ciclos diarios de vigilia y sobre todo los de sueño. También hechos cotidianos tales como las tareas de necesidad y el ocio regenerador. Posteriormente, también la intendencia y la logística, efectuada individualmente o en grupo. En definitiva, muchas y variadas son las razones pero en esencia, el mero hecho de sobrevivir, vivir, bien vivir, y con todo ello evolucionar, han marcado progresivamente y a lo largo del tiempo un afán de superación por parte de nuestra especie para elegir lugar, adecuado a cada momento y circunstancia, donde establecerse y morar, así como después, en un alarde de inteligencia, diseñarlo y construirlo a medida de sí, y en lo posible conservarlo para su pervivencia.
Resulta innegable -histórica y científicamente está sobradamente acreditado- que lo que hoy denominados como nuestras construcciones edificatorias, son la consecuencia de un proceso evolutivo de nuestros asentamientos ancestrales, siempre de la mano de la evolución tecnológica de nuestra especie. Pero la tecnología, con sus cimientos colocados en el desarrollo científico humano, ¿ha sido el único y exclusivo factor en ello?
A juicio del autor, no.
Por lo general, no se admite una inteligencia humana exclusivamente focalizada en el conglomerado de lo que actualmente denominamos como eficiencia, ingenio, praxis, metodología, sistemática, productividad, rentabilidad, control, etc., y así un sinfín de términos asociados e interrelacionados para que al final, se concluya en un simplista plano estrictamente mercantil, común a todos los tiempos y que hoy esquematizamos como: SERVICIO / PROVEEDOR / CLIENTE.
Manifestaciones artísticas, altruistas, humanísticas, naturalistas, espirituales, etc., todas ellas han sido igualmente motores o parte de la inteligencia de nuestra condición humana que, sin duda, de una u otra manera, han contribuido también a esa notable evolución de nuestras construcciones edificatorias.
Recordemos nuevamente esta sencilla igualdad:
La condición de humano tiene una acepción que trasciende a la componente estrictamente de “inteligente”. Somos también animales y sociales.
Nuestro inevitable engranaje con el mundo natural, entendiendo éste como la antítesis del mundo elaborado artificialmente por el humano, se mantiene y perdura en el tiempo por nuestra mera condición de animal, implícita genéticamente.
A casi nadie se le escapa la sensación de fortuna y confort que nos embarga en algunos momentos de nuestras vidas, al constatar emocionalmente que sin esfuerzo alguno y de forma absolutamente espontánea y ¡gratuita!, todos estamos imbuidos de esa condición “animal” que nos une inexorablemente a nuestro entorno primigenio que comúnmente denominamos como entorno natural.
El contacto con la naturaleza es regenerador de nuestro cuerpo, nuestra psique y también contribuye a profundizar en nuestra manifestación espiritual, exclusiva del humano (o al menos eso es lo que nos decimos).
Por otro lado, a nuestra especie como a otras tantas, parece que le ha resultado claramente más ventajoso y más beneficioso para su progreso -antes para su supervivencia- agruparse en torno a colectivos con intereses y objetivos comunes. Se puede confirmar, según estudios antropológicos, que la condición de lo que denominamos “social” es igualmente inherente al ser humano.
Parece que de siempre, muy especialmente en nuestra historia más reciente, los colectivos humanos (sumatorio de individuos afines y con objetivos comunes) se han convertido en verdaderas fortalezas, en poderes en absoluto nada desdeñables, con los que inevitablemente hay o habría que contar, para todo o al menos casi todo. De una u otra manera todos los humanos, con carácter general, pertenecemos a colectivos, sean de un tipo u otro, donde el “supercolectivo” que denominamos Sociedad, es el mayor de todos ellos:
…entramado complejo donde los haya, ¡según opinión de los humanos!
Nuestra sociedad participa y se interrelaciona muy activamente, y depende de un elemento esencial como es la comunicación (multicanal) que resulta ser, si no el más importante, sí uno de los ejes vertebradores determinantes de nuestra Sociedad, en especial, por razones obvias y de sobra conocidas por todos, de nuestra Sociedad más reciente.
Es incuestionable la relación entre individuo-colectivo humano, con proyección a SOCIEDAD HUMANA, y el nuevo modelo de construcción edificatoria denominada edificio inteligente, constituyendo a futuro la denominada POLIS INTELIGENTE. Realidad.
Se decía anteriormente que lo que denominamos como edificio inteligente es ya una realidad en nuestro entorno y esta realidad sin duda, está para acompañarnos en nuestro viaje evolutivo, tecnológico y por supuesto social. Hay que cuidar de este nuevo modelo y su cuidado pasa, sobre todo, por asegurarnos dosis de sensibilidad, sensibilidad humana y social necesarias ante el desafío apasionante de este nuevo modelo de edificio que compondrá la ciudad del futuro más próximo, cuna de una nueva sociedad previsiblemente más tecnificada, no obstante, sin exclusión para su innato humanismo. Una oportunidad para crecer y mejorar.
A juicio del autor, nuestra sociedad, en general, actualmente aún está en un momento inicial de implantación, se diría de casi comprensión y aceptación del edificio inteligente, tal y como es y como lo esperamos en el corto y medio plazo. Economía aparte.
Estamos en un momento quizás delicado, algo parecido a una transición, tan tecnológica como social, donde no debemos dejarnos embriagar más de la cuenta tan solo por bondades técnicas, ni deslumbrarnos más de lo debido por nuestros últimos y más impactantes avances tecnológicos en esta materia. La historia nos demuestra, cada vez antes, que nuestros actuales logros van quedando obsoletos y superados, afortunadamente, por otras novedades y avances aún mayores y de más calado. Evolución “natural”.
El grupo de los denominados genéricamente como Técnicos, al igual que cualquier otro colectivo profesional, deberían sin excepción, asumir definitivamente lo multidisciplinar como una herramienta de trabajo imprescindible, en especial para el modelo I+D+i. Y esa multidisciplina llevarla al extremo en los equipos de trabajo, para su máximo aprovechamiento e integración. Lo multidisciplinar sin duda es altamente enriquecedor. Si bien primero es asumirlo como tal, interiorizarlo, y después orquestarlo con maestría. Importante es la batuta, importante es la orquesta, y viceversa. No es nuevo, pero sigue siendo un reto su implantación masiva y optimización.
El aspecto social y sus estudiosos, también formarían parte de esta integración multidisciplinar. Realmente se debería ir mucho más lejos. Se requeriría de una verdadera transversalidad social integrando a todos los agentes intervinientes, más allá de los profesionales específicos (promotores, investigadores, proyectistas, instaladores, constructores, comercializadores, mantenedores, etc.) y profesionales no específicos. Es una invitación a la integración de profesionales de todas las disciplinas en materia de edificios inteligentes, conjuntamente con Organismos y Administraciones Públicas, así como con Usuarios Activos (residentes) / Usuarios Pasivos (no residentes).
La sociedad en general, como máximo exponente de colectivo humano, no puede ir por un camino y los especialistas en materia de edificios inteligentes, colectivo específico, por otro distinto. Mejor dicho, el problema no sería que anduvieran por caminos separados, sino que lo hicieran por caminos divergentes.
Las recientes novedades que definen al edificio inteligente y emanan de él, así como su ámbito de influencia, al igual que las futuras novedades resultantes de lo que será su evolución, socialmente deberían ser:
Hacerlo sería garantía de éxito social para el edificio inteligente. Una forma de cuidarlo.
Resultados
Invitación a la REFLEXIÓN -trascendiendo al ámbito puramente tecnológico, legal, comercial, económico y financiero- de lo que supondría socialmente la implantación masiva del edificio inteligente a futuro, en el medio-largo plazo, con proyección del mismo a smartcity, entendiendo esta nueva polis como futuro núcleo social humano de referencia y espacio cotidiano para las nuevas relaciones interpersonales de sus individuos y colectivos.
Material y métodos
Propios. Autodidacta.
Discusión y conclusiones
Debate
Servirían para el debate edificante algunos de los binomios clásicos que quizás, podrían resultar de aplicación para este artículo (binomios no antagónicos necesariamente):
Conclusión
Finalmente, se podría concluir que la tendencia al EDIFICIO INTELIGENTE es una realidad y su progresión está garantizada.
No obstante, en el camino de su imparable evolución por el devenir tecnológico, pulir matices sociales a la vez que integrar consideraciones humanísticas, posiblemente también serán una necesidad para consolidar su completa viabilidad, aceptación, desarrollo, sostenibilidad y consolidación masiva, en nuestro entorno “natural” de animales, sociales e inteligentes.